Los Príncipes de la Juventud: Cayo y Lucio en el denario de Augusto
Como saben, este denario representa en su reverso a Cayo y Lucio Césares: nietos, hijos adoptivos y herederos de Augusto. Cayo y Lucio eran hijos de Agripa, el mejor amigo de Augusto y almirante de su flota en la batalla de Actium, batalla que, podríamos decir, convirtió a Octavio, futuro Augusto, en amo del mundo romano.
Augusto casó a su única hija, Julia, con Agripa, y de ellos nacieron, entre otros hijos, Cayo y Lucio. Augusto era de naturaleza enfermiza y siempre estuvo convencido de que iba a morir joven; por eso nombró a Agripa como su heredero. Sin embargo, Agripa murió mucho antes que Augusto, en el año 12 a. C., y entonces Augusto decidió adoptar a sus nietos Cayo y Lucio, y nombrarlos Césares, es decir, herederos.
Estos denarios se acuñaron en la ceca de Lugdunum, actual Lyon, Francia, que en esa época era la ceca imperial central. A diferencia de Roma, cuya ceca estaba controlada por los triunviros y el Senado, en la Galia Augusto ejercía poder proconsular; la ceca de Lugdunum estaba sometida alimperium maius, y por ende, el emperador tenía el control directo de las acuñaciones, pudiendo producir las monedas de oro y plata para el pago a las legiones.
En el anverso leemos la titulatura CAESAR AVGVSTVS DIVI F PATER PATRIAE, y vemos la cabeza laureada del emperador. En el reverso, la leyenda comienza en exergo: C L CAESARES, y sigue en torno: AVGVSTI F COS DESIG PRINC IVVENT, y vemos a los jóvenes Césares, Cayo y Lucio, de pie, de frente, revestidos con la toga viril, sosteniendo lanzas y escudos de plata.

Cosa sorprendente, este reverso parece ilustrar a la perfección un párrafo de una inscripción famosa, Res Gestae Divi Augusti, una especie de autobiografía política en la cual Augusto narra los principales hechos de su reinado en primera persona. En este documento, leemos:
“Mis hijos Cayo y Lucio Césares, quienes Fortuna me arrebató jóvenes, fueron nombrados en mi honor cónsules designados por el Senado y el pueblo romano a la edad de quince años, con permiso para acceder a dicha magistratura pasados cinco años. El Senado decretó, además, que desde el día en que fueran conducidos al Foro asistirían a los debates públicos. Además, los équites romanos, por unanimidad, les entregaron escudos y lanzas de plata a cada uno y los saludaron príncipes de la juventud.”
Esta ceremonia se dio cuando sus nietos e hijos adoptivos, Cayo y Lucio, tomaron la toga viril, es decir, se convirtieron en ciudadanos romanos vistiendo la toga, el traje nacional romano, por primera vez, al alcanzar la edad legal: en este caso, 15 años (podía ser antes, desde los 13, o hasta los 17, dependiendo de la madurez del joven). Además, Cayo fue nombrado pontifex (pontífice), y Lucio fue nombrado augur.
Sin embargo, la escena que vemos —y que es exactamente la que Augusto describe— es imposible, ya que si bien efectivamente ambos recibieron los honores descritos, esto sucedió en ocasiones diferentes. Cayo (nacido en 20 a. C.) tomó la toga viril en el año 6 a. C., y Lucio (nacido en 17 a. C.) lo hizo cuatro años más tarde que su hermano mayor, en el 2 a. C. Es decir, la imagen del reverso de estos denarios es como esos cuadros realizados con recortes de distintas épocas.
La Fortuna, como nos cuenta Augusto, fue cruel con sus jóvenes herederos. Lucio, el menor, enviado a Hispania a completar su formación militar, moriría en Marsella, sin llegar nunca a destino, en el año 2 d. C. Por su parte, Cayo, enviado a Siria a someter un alzamiento en el año 1 a. C., llegaría a asumir el consulado in absentia al año siguiente junto con su cuñado; intervino en Armenia, colocando en el trono a Ariobarzanes II de Media-Atropatene, pero esto desató una rebelión alentada por los partos. Cuando el líder rebelde, Abadón, lo invitó a parlamentar, le tendió una emboscada en la que Cayo César fue herido; y aunque sobrevivió y logró aplastar a los rebeldes, quedó gravemente herido y su salud se complicó, muriendo en febrero del 4 d. C. Ambos fueron conmemorados a través del imperio en inscripciones como ésta, descubierta en Pisa, y monumentos —el más famoso, la “Maison Carrée” (Nimes)— que es un cenotafio.
Estos denarios, como muchos ya saben, son las monedas de plata más comunes acuñadas a nombre de Augusto, y la fecha más probable de introducción es el año 2 a. C., año en que Lucio recibió los mismos honores que su hermano mayor, Cayo. Pero son tan comunes que todo indica que se continuaron acuñando aún después de la muerte de ambos, porque existe gran variedad estilística e incluso diversas variantes, mayormente distinguibles en la orientación y ubicación del simpulum y el lituus (referencia a los cargos religiosos que también recibieron estos príncipes: pontifex y augur), los cuales pueden aparecer orientados hacia afuera, hacia adentro o también transpuestos.

Las variantes más escasas llevan la marca de valor X (denarius), si bien ya desde 136 a. C. el denario valía 16 ases. Denarios de este tipo debieron acuñarse hasta el año 10 de nuestra era, cuando Tiberio comienza a aparecer regularmente en las acuñaciones como César (heredero).
Pero el mayor misterio de estas monedas es quién NO aparece en el reverso. Y es que Cayo y Lucio tenían un hermano menor, que a su vez también fue adoptado por su abuelo Augusto y recibió algunos de los honores conferidos a sus hermanos. Se trata de un oscuro personaje llamado Agripa Póstumo. Se llamaba así porque nació en el año 12 a. C., poco después de la muerte de su padre. Sin embargo, Agripa era un personaje algo siniestro. Mentalmente inestable, violento, las fuentes lo pintan como un joven taciturno, adicto a la pesca con caña y propenso a los ataques de ira. Los historiadores romanos le aplican adjetivos como ferox (feroz) y trux (salvaje).
Augusto había planeado que Agripa Póstumo fuera el continuador de la estirpe de su difunto y querido amigo Agripa; pero a la muerte de sus hermanos mayores, decidió adoptar a este, su último nieto, y Agripa recibió los mismos honores que habían recibido sus hermanos (princeps iuventutis y consul designatus) al tomar la toga viril, en el año 5 d. C. Por eso decimos que un tercer príncipe podría haber aparecido en este denario… pero las cosas eran diferentes con él.
Augusto desconfiaba de Agripa Póstumo, lo mantenía vigilado y pronto descartó la idea de nombrarlo heredero de su poder, aunque sí de su estirpe y parte de sus bienes.

Mateo 22:15-21
Pero la ferocidad de Agripa Póstumo pronto llevó a Augusto a recluirlo en una villa en Sorrento apenas un año más tarde, en 6 d. C.; y al año siguiente, lo deportó a Planasia (Pianosa), isla entre Italia y Córcega, donde el problemático joven quedó olvidado, seguramente pescando a sus anchas. Sin embargo, el misterio no termina allí.
En mayo del año 14 d. C., Augusto decidió visitar en secreto a su único nieto varón superviviente, partiendo a la remota isla junto con un senador de confianza: Pablo Favio Máximo, nada menos que el fundador de Lucus Augusti, la actual ciudad de Lugo. Sin embargo, al parecer Máximo rompió el silencio comprometido con Augusto, contándole a su esposa, antes de partir, la misteriosa visita. Se cree que, por esta razón, Augusto ordenó su ejecución.
A su retorno de Planasia, el 19 de agosto, Augusto murió en Nola, sin llegar nunca a la capital. Poco antes o poco después, Agripa Póstumo fue ejecutado, siguiendo órdenes misteriosas, por el centurión Gayo Salustio Crispo, sobrino nieto e hijo adoptivo del historiador Salustio.
Cuando Tiberio fue informado de que “sus órdenes fueron ejecutadas”, negó terminantemente haberlas dado. Luego dijo que supo que Augusto había ordenado que Agripa Póstumo no debía sobrevivirle. Si la orden de matar a Agripa la dio Tiberio, el propio Augusto o (quizá más probablemente) su abuela Livia, es algo que no sabremos nunca.